Por Alejandro Gaviria
Oí el discurso de Petro en Naciones Unidas. Más allá de los excesos retóricos, de la alusión al jinete abanderado (que me recuerda al Bolívar desnudo de Arenas Betancourt, esa estética de otros tiempos), el fondo es simple: las oligarquías globales son las culpables de la crisis climatica y el capitalismo (o la codicia universal) nos está llevando al apocalipsis, a la extinción como especie.
Esta visión reduccionista, que uno podría interpretar como una visión exaltada de la justicia climatica, es equivocada, no tiene sustento y no permite soluciones viables.
Quiero hacer tres reflexiones al respecto.
El presidente olvida un elemento fundamental (su visión de justiciero cósmico le impide ver la dimensión trágica de la crisis): la crisis climática se debe en buena medida a la mejoría sustancial de las condiciones de vida de miles de millones de personas, al gran escape, para usar la expresión del economista y premio Nobel Angus Deaton: el gran escape de la pobreza, el hambre, la ignorancia y la enfermedad de mucha gente. No es solo la codicia de unos pocos, es el avance de multitudes lo que explica la crisis.
Existen grandes desigualdades globales por supuesto. El presidente solo señala una sola, aquella entre la oligarquía global y el resto de la humanidad. Pero esta no es la más importante, ni es tampoco la que permite entender la complejidad del problema. La más importante es la desigualdad entre las clases medias del mundo desarrollado y los pobres del mundo en desarrollo.
Como bien dijo recientemente el economista Dani Rodrik, hay un trilema trágico en esta coyuntura, solo dos de tres cosas parecen posibles:
1. Seguir mejorando la calidad de vida de las clases medias del mundo desarrollado
2. disminuir la pobreza del mundo en desarrollo
3. resolver la crisis climática.
El argumento anterior pone de presente la complejidad del problema. La solución del presidente de Petro es tan difusa como imposible: una revolución global, el pueblo en las calles. Esa parece ser su propuesta para todo. El presidente Petro está más interesado en buscar culpables que en entender los problemas y encontrar algunas soluciones. Desecha la innovación. Soslaya los avances. Reduce todo a una ecuación: capitalismo=muerte. Pero este reduccionismo no lleva a nada, a la inacción y a las palabras vacías.
Finalmente, la mención a Venezuela como ejemplo de rebeldía ante los duelos del mundo contradice un supuesto ímpetu democrático. Muestra las contradicciones de un discurso simple, reduccionista, al borde de la charlatanería. Ojalá en la COP16 lo mucho que tiene Colombia para aportarle al mundo no quede subsumido a la inconsecuente retórica del presidente Petro.